Para Boca es una derrota que sacude, que duele y que castiga, también. Porque fue sobre el final, sí. Porque el gol llegó tras un corner evitable (Valentini perdió a Corvalán en el salto). Porque casi no tuvo margen de reacción, más allá de ese empuje descontrolado de los últimos minutos. Pero también, y sobre todo, porque hizo poco, poquísimo, para llevarse algo de Santa Fe. Apenas pateó al arco una sola vez y recién a los 35 minutos del segundo tiempo, vía Zenón (terrible tapada de Campisi). Y cuando se dio cuenta, ya lo había perdido. Fue 0-1.
El Xeneize, como si fuera poco, dejó pasar una chance inmejorable de meterse por fin entre los cuatro primeros de su zona (al final, el que se coló fue Unión). Porque había perdido Racing un partido que no estaba en los planes (de local ante Sarmiento). Y porque hasta Estudiantes también había dejado un invicto de manera inesperada (1-2 ante Platense). Pero el equipo de Martínez no puede juntar dos victorias al hilo. Aunque eso sería lo de menos: lo que no puede unir, a esta altura, son dos actuaciones convincentes, que muestren que el equipo verdaderamente avanza a paso firme, hacia adelante.
En Santa Fe, en cambio, lo dio para atrás. Borró con un pobre primer tiempo lo bueno que había empezado a construir con el empate en el Monumental y con el 3 a 2 ante Belgrano. Dilapidó esa confianza, esa dinámica positiva, esa sinergia que parecía haberse gestado incluso, con los tres goles de Cavani y el fin de su sequía. El Matador, en efecto, fue un reflejo de este cambio de cara. Pasó de tres gritos a ningún tiro al arco y otra vez a desgastarse lejos del área. Salió a los 16 del ST.
Para peor, Boca no había arrancado tan mal en el partido. Es más, lo hizo con decisión, con confianza, juntando pases, con unión y fuerza. Parecía que, efectivamente, el equipo de Martínez le había dado una continuidad a su funcionamiento y le alcanzaba ese inicio para imponer condiciones, para acorralar a su rival. Pero le duró poco…
Después de una buena jugada de Medina en el área local, que combinó un lujo con una plancha casi de expulsión sobre Pardo (fue amarilla), Boca se planchó. Perdió el control del tiempo, del espacio y, sobre todo, de la pelota. Unión comenzó a presionarlo más y mejor en el medio, y el Xeneize se quedó sin peso en esa zona neurálgica. Desconectado Medina, por acá Zenón, por allá Saralegui, el equipo se fue diluyendo. Y Chiquito Romero lo salvó tras un tremendo cabezazo de Pardo. No sucedería lo mismo en el final, con ese testazo letal de Corvalán, para el 1-0 final.
En el medio, Martínez metió mano para cambiar la historia. Primero, atacando con Langoni y Janson por afuera y con Merentiel por adentro. Después, sin la Bestia y con el Pipa, y sumando a Advíncula por un flojo Blondel. Tampoco resultó ese 4-3-3. Terminó a la carga barracas con Lema en el área rival, acaso otra foto de su deslucido final en Santa Fe.
Perdió Boca el segundo partido del ciclo. Pero perdió, en definitiva, más que eso: lo que construyó en estas fechas y la chance de meterse en zona de clasificación. Sigue estando en deuda. Y se va quedando sin margen…